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dilluns, 1 de febrer del 2010

Ètica ornitológica: reflexió (per Andy Paterson)

Conec twitchers i fotògrafs que sé que són, a més, uns observadors respectables i respectuosos amb els ocells i el medi. Altres que no, que prioritzen la seva satisfacció personal o la presa de la fotografia, costi el que costi.

A continuació us exposo un text que fa que relexionem una mica.

Hola a todos. Sé que ha pasado mucho tiempo que no he publicado entradas, y hoy he decidido que era el momento. Debo que admitir que había un interesante tema en un intercambio de correos hoy en Avesforum sobre la localización de aves raras y si se debe informar de su presencia o no. Y lo que me hizo disparar era el correo de José Guerra quien dijo (y con razón): “en Inglaterra llevan décadas con esto del twitching y son los reyes de la conservación”.

Y esto, queridos lectores, me conduce a reflexionar sobre la ética ornitológica.

Como sabéis, no soy un 'twitcher' (“bimbero”), uno de esos que corre tras cualquier rareza, y cuan más rara sea, mejor. Yo, y algunos amigos míos, tenemos nuestras propias ideas sobre esa fraternidad de twitchers y ninguna demasiado buena. José Guerra tiene razón, los twitchers en Inglaterra son una legión. Hay congregaciones anuales tras rarezas en las islas Scilly (SO de Inglaterra) aunque en los últimos años el lugar a ir en otoño para ver rarezas americanas, es a las islas Azores.

Según una teoría psicológica, hay una razón para la afición o enfermedad de un twitcher, y esa misma teoría también se puede aplicar a algunos fotógrafos que tienen que fotografiar la especie más rara posible. Pero básicamente es la misma razón en ambos casos: es una forma moderna del hombre primitivo, la necesidad de cazar, pero en lugar de usar una lanza o un rifle, con una guía, un listado de especies o una cámara con teleobjetivos de largo alcance.

El gran guru del twitching en Inglaterra es Lee Evans. Él creó el “400 Club”, para los que han visto más de 400 especies (no recuerdo si en Gran Bretaña o observadas en un año en Gran Bretaña). Él y los demás con los mismos síntomas, están dispuestos a viajar cientos de kilómetros para ver algo raro (importante, notad que es algo que otro ha encontrado), y no hay conocimiento de que han llegado a alquilar una avioneta para volar desde el S de Inglaterra al N de Escocia. Más dinero que sentido común.

Pero también existe un contra-movimiento, los anti-twitchers, y francamente existe cierto enfrentamiento entre éstos dos bandos, totalmente opuestos. Viene sólo a una cosa: si la presencia de una rareza (con las coordenadas GPS cómo referencia) debe hacerse público o no. Como es bastante obvio, los twitchers dicen que sí, hay otros neutrales y hay los que están totalmente en contra.La discusión arrancó con la presencia y la ubicación exacta de un Porrón Osculado (Bucephala clangula) en Madrid. Mi opinión es que hacer correr la voz sobre la localización de ésta ave acuática, no puede perjudicar a nadie. Como comentó Gorka Ocio, salvo que se entere algún impresentable con escopeta, con la única intención de abatir al ave. Luego está el lado de los “desgraciados”, y créanme, los he visto en acción, y no dejan descansar a un ave agotada (generalmente enferma o migratoria) en paz con tal de conseguir una buena fotografía. Os lo cuento:

Hace unos años, estuve en el crucero que viajó desde el SO de Inglaterra hasta Santander, con la finalidad de observar aves y mamíferos marinos. Pero, como era de esperar había paseriformes migradores: colirrojos, currucas, papamoscas, etc, que subían a bordo cuando estábamos lejos de la costa francesa. Muchas de éstas estaban completamente agotadas. Unos pocos fotógrafos, tan obsesionados en conseguir sus fotos, forzaron por lo menos a un ave a alejarse de la popa del barco, que incluso se detenía entre nuestras piernas, y estaban tan cansada, que era totalmente incapaz de emprender el vuelo, hasta llegar al punto que fue tal el acoso, que saltó del barco para caer después al mar, donde evidentemente pereció ahogada. No os voy a contar las reacciones de algunos de nosotros, pero la cortesía no era entre ellas.

Lo he visto en las costas orientales de Inglaterra en otoño con aves recién llegadas de Escandinavia, y ahora existe una política de supresión de citas de especies en algunos lugares, incluso en algunos observatorios, y eso por el comportamiento de los twitchers y (y algunos no les va a gustar esto) los fotógrafos, pero lo he contado visto desde arriba. Hay fotógrafos que ponen “la foto” por encima de todo, incluso por el propio bien del ave, además del comportamiento de los twitchers civilizados (que los hay) que miran desde una distancia razonable desde donde no puedan molestar al ave, y que están dispuestos a esperar durante horas la aparición del ejemplar, mientras estos fotógrafos, sumamente egoístas, están dispuestos a molestarse entre ellos, acosar al ave, e incluso -como he contado- causar su muerte totalmente innecesaria.

De hecho, aunque las leyes en Inglaterra y las de aquí permiten la fotografía de aves reproductoras raras con licencia especial, yo lo prohibiría para cualquier nido de cualquier especie. Las aves tienen suficientes problemas sin que nosotros -o más bien los fotógrafos- van añadiendo más problemas a la rareza: moviendo y cortando vegetación -lo llaman gardening- que ayuda a los depredadores, abriendo sendas en la vegetación, dejando olores delatores, etc. ¿Y nos preguntamos por qué cada vez hay menos aves?

Tal comportamiento es lo que hace que muchos estemos contra los twitchers y, a su vez, contra los fotógrafos que no tienen ni p**a idea como tratar a las aves ni a los que quieren sólo observar con inteligencia / sentido común, o fotografiarla a una distancia prudencial, pensando, por encima de todo lo demás, por el bienestar del ave. Tengo una teoría, quizás confusa: que muchos de los twitchers son una especie de parásito ornitológico y que ellos mismos encuentran poco.

Hay los que suprimen una cita de una rareza por:

(a) el ave está en un lugar privado cuyo dueño no quiere cientos o miles (hablo de Gran Bretaña, obviamente) de personas invadiendo su privacidad (algo comprensible).

(b) el ave está en una parte de una reserva donde podrían provocarse molestias a otras especies, especialmente durante la época de cría.

(c) de los twitchers están hasta la coronilla por su falta total de civismo.

(d) sencillamente, el sentido común aconseja que a un ave se la observe a cierta distancia, sin llegar a molestarla, más si es un ejemplar migrador con claros síntomas de agotamiento.

De twitchers podemos deducir que hay 'buenos' y 'malos', y que existen algunos que no les importa en absoluto velar por el bienestar del ave. Existen casos, muy bien documentados, donde una especie rara, muy cansada, ha sido 'movida' por las masas que querían verla de cerca. Algo, para mí, totalmente inaceptable.

Debo aclarar que estoy totalmente en contra del twitching, eso para mí no es la ornitología. El vicario de Selborne, Gilbert White, pasó casi toda su vida conociendo 'su' área, y a la vez separó las tres especies de mosquiteros estivales (Común, Musical y Silbador) sin la ayuda de prismáticos. Eso, para mí, es la verdadera ornitología y sé que hay muchos que siguen su ejemplo, nos llaman 'patchers' en inglés (soy uno, en mi jardín y en el Guadalhorce), y un patch es una zona que visitas con asiduidad.

Señores/as, debemos mostrar mucho más respeto y cuidar nuestras aves. Cada vez hay menos variedad específica y numérica, todos los sabemos. Seamos respetuosos y cuidadosos con las que nos quedan, porque algún día, tal vez no tan lejano, nos preguntaremos cuando fue la última vez que vimos un gorrión o un verderón.

Andy Paterson
http://guiri-pajarero-suelto.blogspot.com/

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